Soledad
A penas hace unas horas experimentaba el gran regalo que el buen Dios concede a tantas almas que le buscan en la soledad y el silencio. Un silencio que grita constantemente la ardorosa presencia de Cristo. Una fuerza que remueve permanentemente nuestro espíritu haciendo posible nuestra regeneración en el amor y en la libertad que con tanta fuerza anhelamos para no perder el deseo de lo eterno. Chispas de eternidad que el mundo quiere arrebatarnos, pero que gracias a estar a solas con El, en creativa soledad afianzamos. Es la semilla de la vida que finalmente nos hace capaces de entregarla con abundancia a todos aquellos que se sienten atraer por el amor de Cristo, amor sin límites.
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