He aquí el Hombre

 A la Filosofía y a las demás Humanidades; a las religiones; a todos los hombres y mujeres que se buscan a sí mismos en la verdad; al célebre dramaturgo que descubrió "el ser o no ser, he aquí la cuestión": a los sencillos a los que se le revelan los misterios del Reino de Dios y quieren seguir el buen camino; a todos ellos les doy como respuesta el <<Ecce Homo>>, el Jesús sobre el que Pilato pronunció las estremecedoras y claudicas palabras: "he aquí el Hombre". El hombre. El Amor sacrificado, el valiente y fuerte, el lleno de fe y Espíritu Santo, el obediente que se niega y se entrega, el Salvador y Redentor, el Cordero y eterno sacerdote, el sufriente, perseguido, ultrajado, expuesto y humillado Jesús. Verdadero Dios y verdadero hombre.
 Pilato no pronunció esas palabras siendo consciente de la transcendencia ni de su pleno significado, ni mucho menos sabiendo que Dios mismo las ponía en su boca para presentar su Verdad ante toda la Humanidad por los siglos de los siglos. Tampoco pensó que Dios, en su inmensa sabiduría y justicia, no solo presentaba a Jesús en su Pasión con ellas, sino que también quiso presentar la otra cara del hombre. La del mismo Pilato sobre el que también estaban las mismas palabras. el egoísmo mundano, el cobarde y débil, lleno de oscuridad y tinieblas, el que pretende afirmarse y mandar sobre los demás, el impío e injusto, el verdugo incapaz de dominarse a sí mismo, el acomodado, perseguidor, el ignorante al que no le importa la verdad que incluso en el momento en el que en su miserable vida se pregunta por ella, seguidamente se lava las manos para adentrarse aún más en la mentira.
 Las dos versiones del hombre: el que no es, el falso, el miserable. Y el que es, el verdadero, el divino Jesús.

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